Los cuentos de la abuela bajo la lámpara
La casa de la abuela siempre olía a canela y pan recién horneado. Sus paredes guardaban secretos de muchos años, y cada rincón parecía tener una historia. Pero lo más especial ocurría cuando el sol se despedía y la noche vestía el cielo con su manto de estrellas. En medio de la sala, sobre una mesa pequeña, la abuela encendía su lámpara de luz amarilla. No era una lámpara cualquiera… parecía que, cuando brillaba, la habitación se llenaba de un polvo dorado que flotaba en el aire. Los nietos, uno a uno, llegábamos corriendo. Nos sentábamos en el suelo, mientras la abuela acomodaba sus lentes en la punta de la nariz y sonreía como si estuviera a punto de revelar un secreto importante. —Hoy —decía con voz suave— viajaremos más lejos que nunca. Y así comenzaba la magia. No leía de ningún libro. No había papeles ni letras. Todo salía de su imaginación. Cerraba los ojos por un segundo, como quien busca una llave escondida, y de pronto sus palabras abrían puertas invisibles. Nos llevaba a cas...